El cliente de una instalación que brinda los servicios de alimentos y bebidas debe ser considerado por todo el personal que trabaja en la misma, como una persona que nos honra con su presencia; nunca como un ente que paga un objeto o un servicio.
Si coincidimos pues que debemos considerarlo como nuestro invitado, nuestras relaciones con él deben de estar impregnadas de calor humano, porque él al elegir nuestra instalación nos ha otorgado su confianza, y estamos obligados a corresponder esta confianza, dándole la impresión de que se encuentra entre amigos solícitos y atentos a su servicios. Sin servilismo, ya que puede producir una sensación desagradable en la mayoría de la clientela y que lo vean como una cosa forzada y obligada, además de sentirlo hipócrita de nuestra parte, pero creando con nuestra actitud un clima de confianza y de seguridad tal que el cliente se sienta inmerso en una atmósfera de un verdadero hogar. Esta es la meta que debe aspirar, por ética profesional, todo empleado del servicio de alimentos y bebidas.
La restauración, como otros sectores de la actividad turística, impone a la gestión moderna además de la maestría del presente, la del futuro para mantenerse competitivo y en disposición de satisfacer al próximo cliente, por lo tanto, hay que redoblar su eficacia, atención y competencia para no quedarse al margen. Una de las cosas que hay que tener presente en el siglo actual, pleno en procesos de transformación por las conquistas científicas, tecnológicas y culturales, lo plantean los consumidores, en su poder de adaptación a los cambios vertiginosos en un ambiente que tiende a la competencia, por lo que tenemos que tener en cuenta que no son ellos los que cambian sino que son las funciones de las comidas las que evolucionan, y será preciso invertir en equipos y materiales, así como la simplificación de las elaboraciones gastronómicas tendiendo a lograr una óptima estandarización de las tecnologías, y cualquiera que sea la categoría del restaurante del mañana tendrá que amoldarse inevitablemente a estas condiciones.
Si coincidimos pues que debemos considerarlo como nuestro invitado, nuestras relaciones con él deben de estar impregnadas de calor humano, porque él al elegir nuestra instalación nos ha otorgado su confianza, y estamos obligados a corresponder esta confianza, dándole la impresión de que se encuentra entre amigos solícitos y atentos a su servicios. Sin servilismo, ya que puede producir una sensación desagradable en la mayoría de la clientela y que lo vean como una cosa forzada y obligada, además de sentirlo hipócrita de nuestra parte, pero creando con nuestra actitud un clima de confianza y de seguridad tal que el cliente se sienta inmerso en una atmósfera de un verdadero hogar. Esta es la meta que debe aspirar, por ética profesional, todo empleado del servicio de alimentos y bebidas.
Para alcanzar esta meta es necesario que cada trabajador de este tipo de servicio, y sobre todo los que trabajan en contacto directo con el cliente, además de estar en posesión de una completa preparación profesional dentro de su especialidad, tenga el más acto concepto de las relaciones humanas en todos los sentidos. Debe ser capaz de comprender las motivaciones del cliente, cualquiera que sea su nacionalidad, raza, o credo, ideología, costumbre, etc. Por otra parte, debe tener un conocimiento lo más profundo posible de la organización y funcionamiento general de la instalación dentro de la cual trabaja, para poder actuar.
De aquí que al estudiar la organización, sea importante considerar, tantos los aspectos psíquicos o anímicos, como los puramente mecánicos o racionales, ya que cuando pensamos en las horas de mayor demanda, es imprescindible y necesario que todos los medios a emplear: máquinas, utensilios, materiales, etc., estén dispuestos y preparados de la manera más racional y óptima, a fin de evitar esfuerzos inútiles, disminuir la fatiga y facilitar la rapidez del servicio. En fin de cuentas, la racionalización de los servicios ayudará notablemente a los encargados de realizarlos, inspirándoles confianza y seguridad en sí mismo; factor indispensable para crear en los trabajadores el óptimo estado de espíritu necesario para realizar sus tareas con verdadero ánimo de superación.